TIERRA MÍA
Tierra inhóspita, de caricias violentas
tierra mía, te espero al amanecer del mañana
para abrazarte afanoso y pretérito del mundo
para mirarnos lentamente cavilantes
nos acariciaremos eternos y pausados.
Y nos iremos por el sendero del tiempo
contándonos los episodios desde la infancia
el viento dirá nuestras melodías olvidadas
la camanchaca nos traerá los aromas fríos
entonces seremos altiplano, seremos pueblo.
Tierra mía, extraña, ajena y solitaria
cauce de sangre y razas abandonadas
amparas los pasos, las voces, los recuerdos,
vuelve pacha pródiga, nace en el ocaso,
bésame con tu aliento de mama, bésame y…
… Juntémonos sigilosos al amparo de cronos
más allá de los límites y las palabras.
REGRESO
Regresé para mirarte ausente del ruido mundanal
para sentir tu aliento gélido y candente de las montañas
regresé para abrazarte con mi perenne nostalgia eterna
para acariciar tu piel de azufre, de yareta, de queñua.
Regreso ajeno a tus palabras siempre nobles, siempre
me abraza tu cielo prístino de caricias transparentes
me abraza tu llanto de soledades indómitas y celestes
me besa tu manto de aromas silvestres de mi infancia.
Quiero quedarme contigo en danza infinita de cronos
posar mis palabras sobre las melodías de estas estepas
acunar las voces de los ausentes en tu dulce regazo
profanar tu eterna soledad con mis palabras de cobre.
Antaño se desgranaron mis razones en un caminar lerdo
era temprana mi vida y tarde la mañana del trencito
miré el horizonte cuesta arriba con la certeza intransigente
de quien no concibe la partida sino solo el regreso.
Ñanpi (En el camino)
El aroma de la hierba del campo se cruzó en mi camino
en una hora de espacios bifurcados por la palabra y la consciencia
aventando un manantial de pensamientos e hilaridades
vino a cantar conmigo, estas razones ausentes, sin voz.
Con un morral de letras que buscan el camino de la montaña
apacentaré las interrogantes de los niños de la guerra
me esconderé en los murales que nadie pincelará al alba
en los colores del desierto, en la brisa de la luna enamorada.
Nuestros versos nos unirán en el ignoto cosmos eterno
entonces seremos poema, seremos la nube que habla, que dice
tendremos identidad humana a raudales, sin criminales
para sembrar los cimientos de los sueños de los que vienen.
Ahora, en el seno candente de mi nido de ilusiones dulces
cultivaré la vida desde otra perspectiva, con otros ojos
inundaré mi silencio con sus espontáneas alegrías y las mías
para patear un tarro, comer un pastel o beber nuestra felicidad…
En la esquina sideral de las flores dejaré caer una lágrima azul
sangre en honor de los corazones mancillados en la oración
la paz se anidará en la copa de un pensamiento perenne
desde este camino, el sentimiento, una vez más se hará canción…
Autor: Miguel Urrelo Valdivia
Siqsicha, Bolivia, 1958
Hijo de Basilia Valdivia Loayza y Estanislao Urrelo Gonza, Miguel Urrelo nació en Siqsicha, pequeño pueblo situado en Bolivia cerca de la frontera con Chile. Ahí vivió sus primeros años y fue donde “cimentó su relación espiritual con la Pachamama”.
Su formación laboral es autodidacta y estudiando en libros y revistas se armó de los conocimientos necesarios para ejercer y certificarse como Técnico Electrónico.